
Por: Martha Dubravic / Fotos: Getty Images y 123rf
Se han convertido en la arena política contemporánea; allí ocurre el debate, la pelea, las decisiones. Desde allí se seduce a los electores, se los lee, se les informa. Desde allí hoy se gobierna a las sociedades democráticas.
Como ocurre con tantas cosas, lo que parece una forma más, una herramienta adicional y un formato accesorio, puede terminar convirtiéndose en medular y en un fin en sí mismo. Es lo que ha sucedido con las redes sociales, cuando desde una ingenuidad tranquilizadora desestimábamos su poder de impacto, su proyección exponencial y sus consecuencias infinitas.
La política no ha podido ni ha querido escapar de esta malla, cuyo tejido cautiva y, al contrario, ha buscado capitalizar su uso y sacarle el máximo provecho. Así, el uso de las redes sociales en la política y en el arte de gobernar no se ha reducido a campañas ni estrategias electorales, sino a la construcción de un territorio para comunicar y escuchar, para mostrar logros y mirar necesidades, y lo más importante para tomar decisiones, adoptando así una nueva forma de interacción con la ciudadanía.
Las redes no son aliadas de los gobernantes, son el lugar -irrenunciable para muchos- desde donde hoy han decidido gobernar.
UNA NUEVA ARENA POLÍTICA
Cristian Bravo es consultor en Comunicación Estratégica y Política, director de la consultora Sentipensante. Él sostiene que hoy en día “las redes sociales son herramientas indispensables para los gobernantes en la gestión de su comunicación, ya que no solo amplifican la visibilidad de sus acciones, sino que también permiten construir una relación directa y dinámica con la ciudadanía. En un contexto donde la atención pública es fragmentada y la información circula a gran velocidad, lo que no se comunica efectivamente no logra impactar ni generar confianza”. Según él, más allá de ser simples canales de difusión, estas plataformas permiten acercarse a los ciudadanos, construir comunidades colaborativas y responder a las demandas de una sociedad hiperconectada.
Visto así, queda atrás la idea de que las redes son un medio más, un añadido tecnológico del que nadie puede hoy quedar fuera. Las redes son hoy por hoy un espacio vital para la gobernanza, con todas sus aristas.
Entonces el mapa se parte en dos. Por un lado, gobiernos que buscan apropiarse de las redes sociales para una mayor transparencia, facilitando la participación ciudadana y una comunicación más rápida y directa. Y por otro lado, gobernantes que se apropian de ellas como una tarima de espectáculo, demagogia, mentiras y a veces de despropósitos, que desvirtúan una buena práctica democrática. Ahondamos en esas dos posibilidades.
LAS REDES: ESPACIO RESPONSABLE Y TRANSPARENTE
Información que en otrora no llegaba a la ciudadanía, por más que se utilizaran medios masivos tradicionales, hoy se consume de forma permanente, en tiempo real, en cantidades y velocidades impresionantes en las redes sociales. El éxito, sin embargo, no radica solo en que existan como posibilidad accesible para los gobernantes, sino que, para que un gobernante utilice de forma efectiva las redes sociales, deberá tener como brújula la transparencia y la participación. Con lo primero (transparencia) el gobierno garantiza mostrar la verdad y comunicar de manera clara y completa información relevante sobre políticas, programas y proyectos. Y con lo segundo (participación) al ser las redes sociales espacios de sociabilidad e interacción, los ciudadanos expresan libremente sus opiniones y demandas, con lo que los gobernantes podrán orientar sus políticas y toma de decisiones.
El consultor en comunicación, Cristian Bravo, destaca el rol de las redes sociales en situaciones de crisis. “Permiten a los gobiernos dar respuestas a crisis en tiempo real, rompiendo las barreras de los medios tradicionales. En el caso de emergencias como desastres naturales, plataformas como X o Instagram han sido utilizadas por gobiernos para coordinar acciones, emitir alertas y tranquilizar a la población, demostrando agilidad y cercanía. Esta capacidad de inmediatez fortalece la percepción de un gobierno proactivo y accesible”, señala Cristian.
En nuestras sociedades muchos gobernantes, si no todos, se han sumergido en las redes sociales, no por elección sino porque saben que allí se construyen identidades, fidelidades, decisiones y acciones. Bravo recuerda cómo el gobierno de Barack Obama capitalizó muy bien las redes sociales: “Considerado el primer presidente de redes sociales, al usar Twitter y YouTube para movilizar jóvenes, recaudar fondos y dialogar directamente con votantes, marcó un hito en comunicación política”. Y hay más ejemplos, como “algunos gobiernos locales y estatales en México, en donde se han utilizado plataformas como Facebook y X para difundir información sobre programas y servicios, que les ha permitido interactuar con los ciudadanos sobre temas de interés local”, menciona el experto.
Otros gobiernos que han asumido el escenario de las redes con significativa seriedad son, por ejemplo, el de Uruguay, (Lacalle Pou y el actual mandatario Orsi) que se han destacado por su estilo sobrio, institucional y transparente; no es casual que Uruguay tenga una de las democracias más sólidas.
También Costa Rica, cuyo gobernante se distingue por la sobriedad y la intención de incluir a la población en consultas y programas y por dar un espacio importante a la educación ciudadana. El mandatario de Canadá, Justin Trudeau también destaca por el uso ético de las redes sociales, al utilizar un tono diplomático, directo y respetuoso de la pluralidad. Y en el contexto europeo, Finlandia y su presidente Alexander Stubb, sobresale como el ejemplo europeo de transparencia digital y tiene una gran reputación en el uso ético de las redes sociales.
Algo que tienen en común estos gobiernos es que publican información verificable, clara y oportuna, con lenguaje respetuoso y no partidista, y que no usan las redes para agredir o desacreditar a sus opositores.
LAS REDES: ESPECTÁCULO, DESINFORMACIÓN, POLARIZACIÓN.
Sin duda, introducirse en el universo de las redes supone inmensas ventajas y grandes compromisos. Como cualquier usuario, recibe y entrega; como cualquier influencer, obtiene seguidores y se compromete a entregar contenido; los gobernantes pueden obtener un rédito importante y también cavar su tumba si lo que proyectan es ocultismo, desinformación, contenido demagógico o mentiroso. Si se cruzan ciertas línes roas, como la privacidad, el acoso y la mentira, estaremos frente al peor de los escenarios: sociedades en que se profundiza la agresión, donde el miedo y el odio toman fuerza, se dañan reputaciones y vidas, se pierde la confianza, crece la brecha de la polarización, y se fisura la democracia. De modo que el uso -inevitable e irrenunciable- de estas herramientas por los gobiernos supone un cuidado extremo y un compromiso mayor.
“Años atrás se pensaba que el desarrollo tecnológico iba a traer consigo un horizonte esperanzador que revitalizaría la democracia, que el internet y las redes sociales ampliarían el acceso a la información, mejorarían la participación ciudadana y democratizarían el debate público. Sin embargo, ese instrumento de emancipación de a poco se ha transformado en una sofisticada maquinaria de segmentación, manipulación y control. Actualmente, las burbujas informativas, el consumo de medios sesgados en sistemas cerrados y ahora, la inteligencia artificial, representan amenazas a los principios democráticos fundamentales. La educación digital es esencial para enseñar a los ciudadanos a usar estas herramientas de manera crítica y responsable, garantizando que las redes fortalezcan, en lugar de debilitar, la democracia”, indica el experto Cristian Bravo.
Son incontables los casos en que los ciudadanos hemos sido víctimas de desinformación a través de las re- des sociales. De algún modo ellas tienen la capacidad de convertir en verdad una mentira, de difundir verdades a medias y de opacar nuestra capacidad de cuestionamiento, por la velocidad y ritmo vertiginoso con que operan. Pero cuando los que administran esa “desinformación” son gobiernos o gobernantes, el panorama es aún más oscuro porque desdice su misión.
La manipulación puede ser otra aliada de los gobernantes en redes sociales. Cuando un gobernante crea narrativas funcionales a sus objetivos políticos, hay manipulación. Sin embargo, es común que trate de disfrazar esa manipulación y mostrarla como comunicación relevante y necesaria. La manipulación suele echar mano a la desinformación y la propaganda; en la vida política de nuestro país, hay muchos casos de ello. Como el poder de las redes sociales está en manos del poder, es decir de quienes gobiernan, hay casos en que estos recurren a prácticas cuestionables por donde se las vea, como vulnerar la privacidad de los ciudadanos o de sus oponentes políticos. Exponer información privada sin consentimiento puede ser perverso y doloroso. Lamentablemente también fuimos testigos de muchos casos. Muy de la mano, aparece el acoso en redes, o ciberacoso. El fin parece ser neutralizar a opositores o ciudadanos que resulten incómodos para el poder y el miedo es la vía. Desde esta perspectiva, también se inhibe el diálogo, los consensos y la participación.
Cristian Bravo añade un elemento más en el mal uso de las redes por parte de los gobernantes y es la polarización. “Hoy en día las sociedades están demasiado polarizadas y esa polarización ha sido llevada al campo digital, especialmente a las redes sociales, en donde la construcción de relatos y narrativas ha estado enfocada más en deslegitimar al adversario que en la generación de identidad de un gobierno. Quizá en el caso ecuatoriano destaca el gobierno de la Revolución Ciudadana en donde se vivió un estado propagandístico muy fuerte y en donde se profundizó esa polarización de la cual nos cuesta salir”. En el contexto norteamericano, hoy lo hace Donald Trump, con sus políticas antimigratorias, xenófobas y su estilo autoritario. Estados Unidos ya empieza a ser una sociedad dividida en “trumpistas” y “antitrumpistas” y gran parte de esta batalla se libra en las redes sociales.
En América Latina, uno de los gobernantes que más destacan por gobernar desde las redes sociales es el presidente salvadoreño Nayib Bukele, que gracias a las redes, especialmente X, se ha posicionado como el “presidente millenial”. Acusado de populismo digital, se sabe que incluso hace despidos oficiales desde sus redes sociales. Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, utiliza las redes como herramienta de propaganda y es muy criticado por usar bots y cuentas falsas. An- drés Manuel López Obrador, también es un gobernante de redes -aunque no las maneja directamente- tiene un programa propio para difundir sus políticas, pero es criticado por usar las redes para atacar a periodistas. Y un último elemento, sin significar que se agoten acá, es la espectacularización del poder.
Cuando los gobernantes se apropiaron de los diferentes códigos de las redes, como Ig, TikTok, X y otras, muchos pensamos que se trataba de una estrategia de campaña para llegar a segmentos específicos. Ahora vemos que las redes son un escenario a veces teatral e histriónico, a veces una galería fotográfica, que muestra el ámbito privado de los mandatarios, donde los gobernantes se humanizan pero también se banalizan, creando espectáculos a pedido del consumidor. Y de pronto, estamos frente a un rodaje en vivo, que se alimenta cada día, que cambia de actores y vestuarios, de lenguajes y escenarios. Y lo que nunca cambia es el motor que los mueve: el fin político.