Por su valor, la llamada moda ética o ecológica resulta inalcanzable para muchos. Sin embargo, existen otras alternativas para ser un consumidor de moda responsable.
Por: Sasha Santamaría (Consultora de Moda)
En la moda, la sostenibilidad se ha convertido en un tema imperativo. Podríamos afirmar con certeza que es la palabra más mencionada y, en la práctica, probablemente la más malentendida. Por un lado, fulgura la promesa de una prenda confeccionada con materiales respetuosos con la naturaleza; por otro, trabajadores recibiendo pagos paupérrimos por sus horas de costura invertidas en aquella prenda. A este escenario se suma otro componente: el ecoblanqueamiento como pantalla para convencer al consumidor de que si compra aquella prenda está salvando al planeta; y este, que probablemente no cuenta con otra opción para proveerse de moda, de lo último, de lo nuevo y así, actualizar su apariencia con la frescura de lo moderno, queda expuesto al señalamiento popular que lo considera cómplice de aquel sistema de explotación. Se abre la brecha entre los “buenos” y los “malos”.
Entonces, se incrimina a quienes después de haber estado cuatro, seis meses confinados en espacios diminutos, sin un balcón para disfrutar de la brisa, privados de la luz del sol y de todos los pequeños buenos momentos que proporciona la vida al aire libre, salieron desesperados a formarse alrededor de las tiendas de aquellas marcas que les permiten, a un costo amigable con sus bolsillos, experimentar el deleite de hallar una prenda bonita; pagarla y luego llegar a casa, abrir la bolsa, sentir el olor a nuevo y probarse aquel vestido para visualizar con ilusión los momentos esplendorosos en que los vestirá. Arbitrariamente se ha decidido que son a quienes hay que avergonzar públicamente porque forman parte del problema, pero ¿qué tanto soluciona el que los consumidores reemplacen la moda rápida por la sustentable cuando esta no es del todo accesible y ética? ¿Por qué nos adjudicamos el peso moral de un problema que, a gran escala, no hemos generado?
Es real que es nuestro deber como consumidores investigar sobre el origen de nuestros productos -aunque el greenwashing altere la veracidad de esta información- pero, ¿qué hay si la única opción que tengo para “vestirme bien” me la ofrece la moda rápida? Una madre de familia con un salario promedio, que debe pagar sus cuentas y sostener a sus hijos, ¿debería dejar todo su sueldo en una chaqueta sustentable solo para ser “correcta”? ¿Por qué no asegurar como derecho universal el acceso a una vestimenta digna? Y ¿por qué no demandar a los gobiernos a que ejecuten una legislación que exija a las empresas que cumplan a cabalidad con los derechos de los trabajadores, en lugar de acusar a quienes no tienen el clóset abastecido con moda sustentable?
No podemos culpabilizar a quienes no tienen el poder de causar aquellas grandes transformaciones de justicia que tanto anhelamos. Y tampoco podemos seguir consumiendo guiados por la culpa de una problemática que nos excede. ¿Han escuchado sobre la eco-ansiedad? ¿Por qué vivir en un estado de supervivencia constante, fiscalizando cada uno de nuestros actos cuando, a fin de cuentas, es una situación que se nos escapa de las manos? Cabe preguntarnos si, como ciudadanos, realmente tenemos el suficiente poder para transformar las bases de aquel sistema. Urge redireccionar estos reclamos a quienes verdaderamente tienen el control para generar el cambio.
Por lo tanto, no deberías sentirte culpable por comprar moda rápida si es la única opción que tienes para adquirir algo nuevo y “de moda”. La clave está en no consumirla en demasía; procurando que tus compras estén justificadas por una necesidad vestimentaria real. A su vez, puedes poner en practicar estas indicaciones:
Definir tu sello de vestir personal es ese gran paso que debes dar para iniciarte como consumidora responsable. Conociendo las prendas, colores, texturas y siluetas que enaltecen tus rasgos físicos y personalidad, aprenderás a comprar de manera estratégica y efectiva, ya que adquirirás únicamente lo que se ajuste a aquellos criterios; lo que asegura una prenda en tu clóset que te dará gusto usar y reusar una infinidad de veces porque te hace sentir cómoda.
Cuando apoyas a los artesanos estás apoyando a una de las formas de producción más sostenibles. Nuestro país cuenta con un bagaje artesanal extraordinario; acude a ferias, mercados y pequeños comercios para adquirir prendas o complementos elaborados con materiales y mano de obra local.
Las tendencias no son malas; lo perjudicial es creer que debes adoptarlas porque, de lo contrario, lucirás “out”, y esto es lo que te impulsa a comprar constantemente. Cambia esta mentalidad y, en su lugar, úsalas como un recurso para refrescar tu vestuario; para inyectar un ligero toque de vanguardia. Elígelas siempre teniendo en consideración tu estilo y tu comodidad.
Aunque pertenezca a la categoría de moda rápida, también merece que le brindes el mismo cuidado como si se tratara de una pieza de diseñador. Encaríñate con esa prenda que has elegido para que te vista en diferentes momentos de tu vida. Si sigues correctamente sus instrucciones de lavado, alargarás su tiempo útil.
Ten presente que comprar moda sostenible no es la única alternativa para ser un ciudadano responsable con el medio ambiente. Son varios caminos los que puedes tomar: reducir tu consumo de plásticos, caminar y usar más la bici en lugar del auto, controlar tu consumo de agua y luz, asistir a los animales y a las personas en situación de calle… Son acciones honorables que contribuyen a nuestro bienestar personal y colectivo.
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