Destejemos la madeja para entender algunas de las motivaciones que llevan a las parejas a esta decisión crucial. Casarse ante la religión, ante la ley, o de ambas formas. Los motivos a veces van más allá del amor…
Por Redacción Cosas. Foto: 123RF
Aún recuerdo la sorpresa que me llevé cuando le pregunté a una amiga qué la había motivado a casarse y me respondió “ya quería tener relaciones sexuales y mi familia era muy rígida, debía llegar virgen al matrimonio; así que la salida era casarme”. Esta boda animada por el deseo de tener relaciones sexuales “autorizadas” por así decirlo, ocurrió hace 26 años. Seguramente hoy esas razones no tendrían cabida entre los argumentos modernos. Sin embargo, la institución del matrimonio no es algo que haya desaparecido con el tiempo ni que esté próxima a desaparecer.
Hurgando en el origen del matrimonio, este se ha inventado para generar redes de apoyo y colaboración y asegurar el surgimiento de nuevas generaciones. Si bien la perpetuidad de la especie no está garantizada por el matrimonio, este sí aportaría con cierta estructura y orden a una unión, otorgándole forma legal y un simbolismo dado por la ritualidad religiosa.
En general, cada vez hay menos uniones en matrimonio y más divorcios. En España y Europa en general, la caída es tal que ocurre la pregunta al revés: ¿por qué aún hay gente que se casa? ¿Por qué aún creen en el matrimonio? Según el artículo de Salvador Enguiz, publicado en lavanguardia.com, “el número de bodas hoy es un 20% inferior a hace una década y la mitad que a mediados de los años sesenta; por cada diez parejas que contraen matrimonio hay seis que se divorcian”.
En Ecuador, los matrimonios también van en descenso. En el año 2022, se registraron 55.345 matrimonios y 24.595 divorcios, según datos del INEC. Eso quiere decir que la relación es del 50 por ciento. Entre el año 2021 y el 2022, los matrimonios disminuyeron de 32 a 30,8 por cada 10 mil habitantes. Mientras que los divorcios aumentaron de 12,7 por cada 10 mil habitantes en el 2021 a 13,7 en 2022. En nuestro país, también los matrimonios descienden y los divorcios se incrementan.
Este panorama, sin embargo, está lejos de mostrarnos un escenario donde la gente no se casa. El matrimonio sigue siendo una piedra fuerte que sostiene las sociedades y sigue significando muchas cosas: compromiso, celebración, sociedad, ritual, amor, y mucho más. Precisamente intentaremos destejer aquí algunas de las razones por las que las parejas deciden casarse. Intencionalmente –por la obviedad- no incluimos la categoría “por amor”. Con certeza cada uno tomará partido por su propia motivación y se verá tentado de descalificar a las otras, aunque ese no es el propósito.
La amenaza de la soledad
Estar solo es una de las circunstancias que mayor temor produce. Estamos diseñados para convivir y para compartir y, desde esa lógica, la vida en solitario se torna pesada y poco llevadera. Se sabe que la salud física mejora considerablemente cuando se vive en pareja, que la vida en compañía es un factor no solo de sociabilidad saludable, sino que otorga beneficios a la salud física y mental, gracias a la sensación de cuidado (que se da y se recibe), a la sensación de corresponsabilidad en roles y tareas, y a la cercanía física.
Muchas parejas deciden unirse en matrimonio por evitar la soledad o, incluso, por salir de ella porque ya la han experimentado. Pero ¿qué les hace dar el paso formal si podrían simplemente convivir? Seguramente la idea de seguridad que aporta todo hecho formal; “es como si la formalidad pusiera más en firme el compromiso”, dice Roxana quien, después de enviudar no pudo adaptarse a la soledad y admite haber optado nuevamente por el matrimonio en busca de una compañía para el resto de su vida.
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