Consultar a un dermatólogo y adoptar un enfoque equilibrado es fundamental para cuidar la salud de la piel durante los meses de mayor exposición solar.
Por Redacción Cosas. Foto: Shutterstock
El acné es una preocupación común que afecta aproximadamente al 95% de la población en algún momento de su vida. En el ámbito dermatológico, esta condición representa el 24% de las consultas, siendo la principal razón de visita entre los adolescentes. Con la llegada del verano, muchas personas se preguntan si la exposición al sol puede ser una solución para mejorar la apariencia de su piel. Sin embargo, esta duda está rodeada de mitos y realidades que vale la pena explorar.
Un informe de la Asociación Española de Dermatología y Venereología (AEDV) señala que una exposición solar controlada puede ofrecer varios beneficios para quienes padecen acné. Entre ellos se incluyen la disminución temporal de las lesiones, así como una posible mejora en el estado general de la piel. La luz solar puede estimular la producción de vitamina D, que es conocida por su papel en la regulación del sistema inmunológico y en la salud de la piel.
Además, el sol puede contribuir a la deshidratación de las lesiones acneicas, lo que puede ayudar a reducir la inflamación y la aparición de brotes. La exposición solar también puede promover la exfoliación natural de las células muertas de la piel, lo que puede resultar en un cutis más claro y menos propenso a obstrucciones.
Sin embargo, es fundamental tener en cuenta los riesgos asociados con una exposición excesiva. Aunque el sol puede ofrecer alivio momentáneo, también puede tener efectos adversos significativos. Uno de los mayores peligros es la producción aumentada de sebo, lo que puede agravar el acné. La sobreexposición solar también puede obstruir los folículos pilosebáceos, creando un ciclo perjudicial para quienes luchan contra esta condición. Con el tiempo, esta práctica puede intensificar la visibilidad de cicatrices y manchas, haciendo que los problemas de la piel sean aún más evidentes.