
Por: Redaccipon Cosas / Fotos: 123rf
Pensar en todo aquello que puede suceder durante un viaje: accidentes catastróficos, situaciones terroríficas o escenas casi sacadas de la ficción. Esas son las imágenes con las que millones de personas tienen que lidiar a nivel psicológico cada vez que deciden viajar o cuando, por ese mismo miedo, prefieren cancelar un plan. ¿Qué tipo de terapias pueden ayudar para mejorar estas fobias?. Los expertos nos guían en esta travesía que sí tiene solución.
Todos hemos sentido, en algún. momento, ese miedo inexplicable al momento de conducir: puede que sea por lo angosta de una carretera, por la velocidad mínima que se requiere o por la saturación dde malas noticias que vemos a diario. Sin embargo, para muchas personas, ese temor puntual se convierte en algo más serio: la amaxofobia. Un miedo persistente e irracional que no solo limita la capacidad de ponerse al volante, sino que condiciona la vida diaria. Para Cristina Escamilla, profesora del Grado en Criminología en la Universidad Europea de Valencia, es importante "identificar este problema a tiempo". Herramientas como los cuestionarios específicos permiten valorar el grado de malestar y ansiedad para, posteriormente, orientar el tratamiento de forma personalizada.
El miedo irracional que genera este trastorno de ansiedad puede llegar a límites perjudiciales para la vida social y laboral del que los sufre. “Hay personas que no visitan a familiares o amigos por no conducir el auto”, explica la doctora Escamilla. La forma más severa de la amaxofobia puede llegar a incapacitar por completo a quien la padece, impidiéndole desplazarse en cualquier medio de transporte. Esta limitación no solo restringe su movilidad, sino que puede traducirse en la pérdida de vínculos personales, oportunidades vitales o empleo. “Si la claustrofobia se manifiesta en distintos espacios cerrados, la amaxofobia lo hace a través de distintos vehículos y trayectos”, detalla la docente de la Universidad Europea.
Los síntomas de la amaxofobia - angustia, pesadillas, sudoración en las manos, tensión muscular, hiperventilación, temblor, taquicardias, pensamientos irracionales y visualización de accidentes- pueden llegar a confundirse con los de una situación de crisis nerviosa o ansiedad aguda circunstancial.
Ahora bien, para la ciencia, lo determinante es cuánto tiempo lleva esa persona con miedo conduciendo o viajando dentro de un medio de transporte. "Si sobrepasa la duración mínima de seis meses: se trata de un miedo irracional. Solo entonces puede hablarse de amaxofobia como un trastorno de ansiedad específico", señala Cristina Escamilla. Ante la pregunta sobre qué hay detrás del miedo a conducir, la experta asegura que "no existe una causa única, sino múltiples factores entrelazados". Lo habitual es que la raíz del miedo sea una memoria traumática que se reactiva ante una situación similar, por ejemplo, "un túnel, un puente elevado o un cruce conflictivo pueden desencadenar ansiedad paralizadora", apunta. "Ni siquiera es necesario haber vivido el hecho en primera persona. Basta con haberlo vivido a través de un ser querido", añade. La segunda causa más común "es la falta de confianza en las propias habilidades al volante, generando una sensación de inseguridad constante".
HODOFOBIA: CUANDO CUALQUIER VÍA DA MIEDO
La hodofobia, poco conocida pero muy real, es el miedo irracional a viajar en cualquier miedo de movilización: ya sea por tierra, aire o mar. No se trata de un simple cansancio emocional. Es un temor paralizante, que puede impedir a una persona irse de vacaciones, visitar a sus padres o mudarse por una oportunidad laboral. No es flojera, ni capricho. Es ansiedad.
Para entender estas fobias, hay que mirar más allá de la carretera o el aeropuerto. La psicóloga Viviana Rosero explica que vivimos en una época que glorifica la movilidad. “Se supone que hay que viajar, que hay que cambiar, que hay que ir siempre hacia adelante —literal y metafóricamente. Pero hay personas que no lo pueden hacer por el miedo” A menudo, este terror no es solo al medio de transporte en sí, sino a todo lo que representa: lo desconocido, la pérdida de control, el cambio de rutinas, la posibilidad de enfermarse lejos de casa o no poder regresar. Algunos desarrollan estos miedos después de accidentes o episodios traumáticos. Otros los han sentido desde siempre, sin saber cómo nombrarlos. Las mujeres tienden a presentar más casos de amoxofobia, especialmente después de haber tenido un accidente o haber sido testigos de uno. La hodofobia, en cambio, se asocia con trastornos de ansiedad generalizada, agorafobia o fobia social.
MÁS COMÚN DE LO QUE SE CREE
No existen cifras globales exactas — en parte porque muchas personas no buscan ayuda profesional—, pero se estima que entre un 7% y un 10% de la población puede experimentar miedo significativo a conducir. El porcentaje de quienes sufren hodofobia es más difícil de rastrear, precisamente porque suele camuflarse como “desinterés por viajar”, “estrés de aeropuerto” o una simple preferencia por “quedarse en casa”.
¿Quién va a decir que no quiere ir a París? ¿Quién se atreve a confesar que no puede llevar a sus hijos al colegio porque le aterra la autopista? Menos aún en una época que siempre nos quiere sacar de nuestra zona de confort y para demostrar a los demás lo ‘bien que estamos’ ya sea en lo personal o en lo profesional y, el viaje, es justamente eso.
TERAPIAS Y ENTENDIMIENTO
Ambas fobias se pueden tratar con terapia cognitivo-conductual, que ayuda a reestructurar el pensamiento y a enfrentar los miedos de forma gradual. Algunas personas encuentran alivio con prácticas como el EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular), que trabaja sobre traumas pasados, o con técnicas de relajación corporal que reeducan la respuesta física al miedo y, en algunos casos, acompañamiento farmacológico.
También existen enfoques más suaves como el mindfulness , la hipnoterapia o la escritura terapéutica, que ayudan a abordar el miedo desde lo simbólico. “El objetivo no es solo recuperar la capacidad de conducir o de viajar, sino hacerlo con seguridad y confianza”. Aunque cada caso es único, “la combinación de exposición progresiva y herramientas de gestión emocional está demostrando ser una vía eficaz para superar el bloqueo psicológico que provoca la amaxofobia”, concluye la profesora Escamilla.